Biodiversidad
Por José Voglar*. Revista Tendencia Maracaibo. Mayo 2010. * Biólogo Marino y fotógrafo.
En la Cumbre de Copenhagen de Noviembre de 2009 alguien dijo que el problema no era el planeta, sino nuestra forma de relacionarnos con él. Cuando hablamos de biodiversidad, el problema es exactamente ese: nuestra forma de actuar. Quizás apoyados por las sentencias bíblicas: “Y Dios los creó a su imagen y semejanza” o “poblad la tierra y sometedla”, actuamos como seres divinos; nonos aceptamos naturales sino supra-naturales.
En Venezuela tenemos una de las mayores diversidades de vida del mundo. Según cifras que maneja Provita, nos ubican entre los diez países más biodiversos, sextos en nuestro continente, con unas 15 mil especies de plantas superiores y un total de 116 mil 790 especies animales. Son cifras bastante divulgadas por Internet, pero que no aclaran si el mamífero Homo sapiens está incluido en ellas.
No nos sentimos parte del ambiente, aunque jugamos a ser sus mayores modificadores. El humano en general se comporta ambientalmente como una especie invasiva y excluyente, con alta capacidad de exterminio. Nos apropiamos de terrenos que primero deforestamos, luego le cambiamos la topografía, seguimos con el levantamiento de construcciones de concreto, asfalto y finalmente introducimos especies exóticas, algunas sólo para nuestro deleite visual. Recreamos un ambiente para nuestra comodidad, todo a espaldas del estado original de las cosas. Cuando jugamos a la guerra, la cosa puede ser aún mucho peor.
Según un estudio de la Conservation Internationa, el 23,9% de los sistemas biogeográficos de la Tierra han sido completamente transformados por el ser humano, el 24,2% ha sido transformado parcialmente y sólo queda el 51,9% conservado de forma natural. En Venezuela, entre 1978 y 1985, 430 mil hectáreas de los ambientes naturales fueron deforestados y 230 mil hectáreas fueron afectadas por la construcción de represas, mientras que sólo durante 1985, 62 mil hectáreas fueron intervenidas para la construcción de carreteras.
Lamentablemente no se conocen cifras de los espacios invadidos para desarrollo o actividades agroindustriales. Como respuesta a esta situación, Venezuela tienen un extenso y complejo sistema de áreas de régimen especial de administración que cubre cerca del 60% de su territorio, de las cuales sobresale el Sistema de Parques Nacionales cuyo desarrollo fue pionero y el cual busca proteger su biodiversidad y ambiente.
Cifras impresionante pero lamentablemente insuficientes. Todavía falta una verdadera puesta en práctica de todos los aspectos cotidianos de esta magna normativa legal. No siempre lo que se decreta se implementa y las excusas se aceptan como válidas mientras los valores de biodiversidad siguen bajando. En Venezuela hay 2 mil 441 especias incluidas en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) del 2008. De éstas, 259 especies se encuentran amenazadas y 90 nuevas especies han sido incluidas o subidas a la categoría de amenaza en dicho año.
Existen especies cuyas poblaciones naturales sólo se encuentran en lugares determinados; son las especies endémicas. La alteración de sus ambientes conlleva a su extinción muy fácilmente. Esto se ha entendido y es una de las condiciones de valor al momento de decretar la protección de alguna región en especial, pero es un proceso que enfrenta intereses de diversa índole, como es el caso de la Isla La Tortuga. De Dependencias Federales, ya están protegidos los espacios de Isla Aves y del Archipiélago Los Roques, pero la Isla La Tortuga, la segunda mayor del país, no está incluida a pesar de albergar cuatro casos conocidos de endemismo, ser sitio de anidación de especies amenazadas o en estado crítico y de estar en las rutas de aves migratorias neo-árticas.
Al parecer los intereses de crear un desarrollo turístico son más fuertes y obligantes. Por lo pronto, ya se han detectado graves problemas ambientales en dicha isla, fruto de la irresponsabilidad humana: la introducción de especies exóticas (gatos, perros y ratones), la caza furtiva de especies amenazadas, como es el caso de las tortugas marinas y del botuto, entre otras, y el ancestral deseo humano de exhibir especies silvestres en sus hogares atentan contra la vida de aves de todo tipo y reducen el éxito de sus nidadas.
Ciertamente no lo estamos haciendo bien y se nos acaba el tiempo. No bastan los buenos gestos ni las soluciones parciales, porque la extinción es para siempre. Es tiempo de interiorizar que: “Somos parte de la naturaleza, no sus dueños” y actuar en consecuencia.
Podría dar su opinión personal en relación a la Biodiversidad y su disminución sustancial en las últimas décadas.